Cuentos de (los) Otros

Comencé a escribir ideas, frases y delirios como a los doce años, más o menos cuando a uno le empieza a picar el gustito por las faldas. La mediocridad y la cursilería prevalecieron entre mis autocríticas, razón por la cual todo eso terminó desparramado en el basural de la ciudad, Córdoba, Capital, en le mero centro de Argentina.

Igual seguí, quizás por necesidad más que por gusto. Como a los quince comencé a ser menos duro conmigo y más amable con el basural y fui guardando algunas cosas, bien guardadas por cierto. Como a los dieciocho me animé a mostrárselo a un par de amigos de esos verdaderos, que no tienen problemas en decirte que es una porquería si así lo piensan y, efectivamente, fue más o menos lo que me dijeron (Luego me di cuenta que eran muy buenos amigos pero no muy buenos críticos del rubro).

Igual seguí, quizás por testarudo más que por apasionado. Como a los veinticinco, trabajando en radio para un programa en el que leían cuentos cortos, prosa poética y cosas así, el locutor/productor encuentra accidentalmente un cuaderno entre mis cosas y sin decirme nada lee al aire (en directo) uno de mis textos… Mi parálisis momentánea en ese momento, ahora lo pienso, se debió al giro, más bien quiebre, que se produjo en la parte de mi cerebro que administra mi autoestima.

Igual seguí, ¿qué esperaban?, hasta que a los veintinueve junté lo mejorcito para mi gusto y para el gusto de algunos amigos, esta vez algo más maduros en la crítica, fui a una imprenta y me convertí al mismo tiempo en mi propio editor. “Cuentos de los Otros” se animó a salir del fondo de los cajones, quizás reivindicando a las mártires páginas sepultadas entre la basura.

Casi inmediatamente salí a dar una vuelta, un paseíto rumbo norte, hasta que llegué a Costa Rica y un par de años después un grupo editorial independiente de San José se animó a darle tinta a otro conjunto de cuentos, “Todos cuentos, puros cuentos”.


El paseo continuó siempre rumbo norte y hoy, la familia y la comunidad me atraparon en México, San Pancho para se exacto… Igual sigo…, quizás más como forma de vida que de expresión. Como siempre, si de paso a alguien le gusta, y si ya que estamos a alguien le sirve, aquí está, mis cajones ya no tienen espacio, tampoco tienen ganas de tanta letra repetida. Sigo… con gusto, por necesidad, por testarudo, con pasión, por expresarme, por vivir…

Si tienen ganas y tiempo, aqui va mi primer libro, CUENTOS DE (LOS) OTROS.


A Jesús Dolores Martínez,

a Susana Ríos,

al Tomy,

a los dueños de cada cuento,

a mi viejo.

Cada uno me trajo hasta aquí.


S U M A R I O

Prólogo


El gran Otro

Cambios

De tan mujer

Noche de gatos

Sin explicación

Tinto puro

Oración

8- Colgado de una gota

9- Miedo

10- Tiempo perdido

11- Cuestión de segundos

12- Yo camino

13- Aquí la ausencia

14- Por darse cuenta

15- Esta noche

16- Madurando

17- Un día de éstos

18- A la tristeza

19- Destino

20- Sonámbulo

21- Por libros y caminos

22- A destiempo

23- Ni tanto ni tan poco

24- Decisiones

25- Casi perfecto

26- Los libros y los libres

27- Futuro

28- Umbral


Prólogo

TODO, en el más amplio sentido de la palabra, puede ser definido de dos maneras: buscando explicaciones desde todos los puntos de vista posibles, o en dos palabras. La primera me agota de sólo pensarlo, así que vamos con la segunda: Este es un libro con cuentos de “los otros”. ¿Quedó claro?

Está bien... Un par de palabras más. Se trata de una recopilación en la que Walter Fehrmann elige los cuentos (que a veces parecen poesías y otras cosas) que alguna vez escribió cada uno de “los otros” con los que uno convive a diario. Se podría decir entonces que, si aquí nos encontraremos con 28 cuentos, cada uno ha sido firmado por una persona distinta. Pero leyéndolos, con la intención de simplificar un poco la cosa, me animo a decir que, en verdad, se trata de dos o tres que en realidad escribieron varios cuentos en distintas ocasiones.

Pero insisto en presentar de una manera más simple. Qué les parece: “¡Los cuentos de Fehrmann en sus tres estados: sólido líquido y gaseoso!” (Léase estable, inestable y no estable) Sólo les quedaría a ustedes ir descubriendo cuál es cuál.

Una muy buena “guía” podría ser el primer cuento que, gracias a una oportuna sugerencia de mi parte, ha sido ubicada en ese lugar para que cumpla dicha función.

Además está el por de más utilizado precepto que dice que toda obra artística pertenece a su fuente inspiradora. Serían de esta manera también los cuentos de sus amigos, sus viejos, sus mujeres...

Vale para finalizar con una cita de don Roa Bastos que le da verdadera identidad a todo esto:

“Engañados por el delirio de las semejanzas todos se calman pensando que son un solo individuo. Difícil ser constantemente el mismo hombre. Lo mismo no es siempre lo mismo”.

Alguien que de leer sabe, y mucho, dijo además que cada texto refleja una búsqueda interior permanente... Los “otros” son, entonces, y de acuerdo a todo este mejunje de ideas, cada uno de él y cada uno de nosotros, invitados a leerlos... y a vivirlos.

Walter Fehrmann

1- EL GRAN OTRO

¡Riiiiiiiinnggg!

¿Hola?

¡Hola!, soy yo, ¿cómo andás?

Bien, acá andamos.

¿“Andamos”? ¿cuántos “vos” hay?

Y... en este momento... tres.

¿Y los tres andan bien?

Sí, se puede decir que sí, no hay peleas, así que supongo que bien.

Cómo “supongo”, ¿no sabés con certeza cómo anda cada uno?

Y, no. Uno está durmiendo, ¿cómo querés que sepa?, recién discutían pero...

¿Durmiendo?

Sí, lo mandé hace un rato para que los otros estén más tranquilos y...

¡Ah!, entonces ése no andaba bien.

Y, hace un momento, no muy bien, pero vos me preguntaste por ahora, y ahora duerme, así que debe estar bien... creo...

¿Y por qué no andaba muy bien?

No sé, jodía con que tenía que estudiar y que los otros no lo dejaban, no sé, no le presté demasiada atención...

¿Y los otros qué querían?

Uno salir... por ahí, no sé, no me dijo muy bien, despejarse un poco, visitar a alguien, o si no...

¿Y el otro?

No, el otro como siempre: escuchar música, leer un poco, tomar un ron (que después son dos y tres), bah, dejarse deprimir un poco, vos sabés, cuando...

Sí, sí, ¿y qué hiciste?

¡No!, no lo dejé, más vale!, sino después contagia a los demás y quién los saca después, seguro que...

¿Y ahora qué están haciendo?

Uno, como te dije, duerme, y los otros... nada. Esperan que termine de hablar por teléfono.

¿Y después?

No sé, ya se verá, según las ganas.

¿De qué?

¡Uh!, no sé!, de salir, de quedarme, o de estudiar, qué sé yo...

Ahora, sacame de una duda: ¿con quién estoy hablando?

Conmigo. ¿Con quién va a ser?

¿Y los otros?

¡También!, ¿me querés volver loco vos?

No, no, sino que no sé si sos el que quiere salir, o quedarse, o el que quiere estudiar...

El que quiere estudiar, duerme... ¡¿Y cuál es el problema, con cuál querés hablar?!

Y, mirá, yo tenía ganas de salir por ahí, no sé..., por eso te llamaba, yo también tengo que estudiar, pero no importa..., ¿por qué no te venís un rato a casa a escuchar música y tomamos algo?

No, si tenés que estudiar, no.

Pero si venís vos, no.

Al final ¿quién te entiende?

¡A vos, quién te entiende! Todavía no me dijiste con quién estoy hablando y...

¡Conmigo, ya te dije, no sé qué es lo que no entendés!

¡No entiendo quién sos de los tres!

De los dos, querrás decir, ya te dije que el otro duerme...

¡¡¡Bueno, de los dos...!!!

Ya te pusiste loca, ya no sos vos, sos otra persona, y no me gusta cuando empezás a cambiar así...

Bueno Gustavo, es que vos me ponés así!

¿Qué Gustavo?, yo soy Jorge.

...¡Ah!, perdoná Jorge, ¿no está Gustavo?

No, salió hace un rato...

Eh..., bueno..., ¿y vos no querés venir un rato a casa?

Bueno... En media hora estoy allá.

O.K., nos vemos.

Chau.

¡Click!


* * *

2- CAMBIOS

De chico me hacía pis en la cama... y de no tan chico. En el colegio era uno más. En todas partes era uno más. Pero era diferente, que se yo... “raro”, decían algunos. Bueno, algunos lo decían, pero yo... era como cuando me decían que no era bueno en las matemáticas.

A veces me gustaba andar solo. En cualquier parte. A cualquier hora. Con o sin gente. Y todavía me gusta...

Y la noche... bueno la noche verdaderamente me transformaba. Me gustaba creer que era el único tarado despierto a esas horas y por ese lugar. Lo que no me gustaba era decir a donde iba. Y todavía no me gusta. Quizá porque ni sabía a dónde iba.

¿Y qué sabía? Nada sabía... Y todavía no lo sé. Siempre como buscando lo que quería. Y todavía lo busco.

Lo que no quería, era que me dejaras de mirar con esos ojos de perrito tímido que me decía todo lo que tu boca no se animaba. Y que todavía dicen tantas cosas...

Y siempre me reía de la gente. Sí, de mí también me reía. Sobre todo cuando nadie lo hacía... Y en la puta vida lloraba. Eso sí, vivía con el corazón anudado por cualquier cosa. Especialmente cuando se llovía la luna. Y todavía se llueve.

Pero hoy, estoy llorando... Quizás por todo lo que no lo hice antes.

(Córdoba, febrero del 87)

* * *

3- DE TAN MUJER

Porque de tan mujer nunca dejará de ser niña. Porque nunca morirá su inocencia, ni nacerá su malicia. El tiempo de ternura no le pasará, ni llegará siquiera al del ollín de la calle... de todo el mundo.

La conocí en el peor de los tiempos. La miré desde afuera, a punto de entrar en la puerta del tabaco, del amor, de miradas indiscretas, del muestrario de caretas... y corrí a rescatarla.

Nunca supe bien por qué la quise tanto. Nunca dijo tampoco por qué me dejó hacerlo. Pero sabemos muy bien que no existe, ni en lo posible de la imaginación, vida de manera diferente.

Porque de tan libre nunca dejará de ser mía. Porque nunca moriré con su presencia ni naceré otra vez sin su caricia. El tiempo de ser única nunca le pasará, ni llegará al de olvidarse de mí por la prisa.

La descubrí por su mirada resistiéndose a crecer. La reconocí desde mi futuro a punto de dejar mi vida en otra apenas viva... apenas vida. La conquisté por los mejores días de mis años... por los mejores años de mis días.

Nunca sé bien por qué la quiero tanto. Nunca me dice por qué me deja hacerlo. Pero sabemos muy bien que no existe, ni en lo posible de la imaginación, vida de manera diferente.

Puedo saber nada más, que de mis mejores años, y de sus futuros días, de tan mujer, nunca dejará de ser niña.

* * *

4- NOCHE DE GATOS

Acurrucado en la tapia en una de esas noches que hace frío pero que no molesta. Dominio total, de uno y otro lado. De un lado un patio de plantas y sapos durmiendo, y del otro los fantasmas de la calle recién desperezándose.


¿Cuál será su preocupación? ¿Los transeúntes de cada media hora que vuelven a sus casas sumergidos entre las solapas o un cuello alto? ¿Las lechuzas que sorprenden de vez en cuando con sus aletazos que estremecen a cualquiera? ¿O esa gata que una vez más se hace de rogar y decide quedarse en su sillón de abuela, que acaba de apagar la última luz, y deja bien calentito?


Mientras tanto yo no sé si comer o acostarme así nomás, porque las horas de sueño son contadas.


Se para, se estira con el lomo hecho un arco, se acomoda nuevamente, y se queda mirando el cielo por un rato. ¿Qué pueden saber los gatos de estrellas, lunas y romanticismo? No sé, pero todas las noches lo encuentro ahí mismo, y ya me parece oírlo suspirar y casi escucho un ronroneo inexplicable, diferente a los de pleno día, cuando no me deja leer tranquilo.


No doy más de hambre y de sueño. Como siempre, terminará ganando la cama, a pesar tus retos de cada día, de que cada vez estoy más flaco.


Se da vuelta bruscamente, seguro que viene alguien desde la esquina. Aprovecha cada paso sin pestañear, porque seguro que en un rato no pasa más nadie. Los ojos grandes, las orejas tiesas, y las patitas de atrás preparadas para un salto.


A mí los ojos se me cierran, las orejas se recuperan de a poco del frío, y los pies me suplican un colchón.


Cómo me gustaría sentarme a su lado y prenderme un pucho, a pesar de que no fumo, y perder el tiempo con el mismo gusto que lo hacía en época de secundaria, cuando lo único que me importaba era sentarme cerca de esa que nunca me animé a decirle nada, porque era demasiado para mí.


Pero si me le acerco se las toma, y mañana no me levanta nadie, así que me quedo con las ganas y me acomodo solamente en esta puta realidad que nunca tiene tiempo para ronronearle un rato a las estrellas.


Ya en la cama, y tapado hasta las orejas, enciendo la luz una vez más para leer algo y poder dormir, y poder olvidarme de ese bifecito postergado, de esa gata indiferente, y de aquella chica que más de una vez me hizo sentar en la tapia a mirar las estrellas, en una noche como esta.


* * *




5- SIN EXPLICACIÓN


Desde esta media luz, desde este rincón húmedo, desde toda esta agua llovida por dentro, desde esta parálisis mundana que me deja una vez más mirando sin ver... buscando nada detrás de todo.


Te amo desde aquí hasta el remoto espacio que ocupa tu presencia. Desde hoy hasta cada momento eterno que ocupa la nostalgia. Desde la conciencia hasta el asalto nocturno que me encuentra indefenso y ocupa el lugar del hombre sediento del brazo atravesado sobre la piel.


Te amo sin una explicación. Sin un motivo. Te amo aún tras las páginas freudianas que le ponen nombre a este dolor. Te amo desde la paradoja de amar lo que no se tiene. Desde todo lo que se ama tanto como lo que se perdió.


Te amo. Aunque no tenga sentido tanto amor. Sabiendo quizás alguien lo espera sin culpa desde algún remoto espacio, con la mirada en espera, tal vez desde un rincón húmedo, tal vez, a media luz.


Te amo aunque nunca lo sepas. Te amo aunque sólo de vez en cuando te acuerdes de mí. Te amo porque me lo pide el corazón. Te amo porque se quedó dormido dentro mío un pedazo de vida con tu nombre, y ya no estabas..., cuando despertó.



Pero hoy... desde lejos, desde la claridad, desde el día siguiente que surge desde una luz distinta: más temprana y duradera, siento tanto amor como otra faz inexplicable. Siento tanto amor con tus formas, pero sin tu rostro. Sin un rostro... Con tus modos, pero sin tu nombre. Sin un nombre... Con tus días dando vueltas, pero sin tu historia. Sin un tiempo...


Ahora con otra luz, otra verdad se presenta, quizás con otra manera de explicarme... y de salvarme: No extraño amarte desde tu nombre ni desde tu rostro ni desde el lugar que ocupa tu presencia. Extraño amar. A secas. Desde mí... hacia donde sea.



* * *




6- TINTO PURO


Dicen que el último que lo vio


fue el panadero López,


cuando pasó con su perro


a eso de las tres de la mañana,


y que se tomó unos mates con él


mientras que saliera el francés esperaba.


Y dice que el tinto se le sentía,


pero igual que cualquier día,


que no venía con apuro,


pero desde el momento en que llegó,


estaba como que se iba.





Dicen que venía de “Don Pepe”,


que se tomó el tintito puro de siempre,


que pidió unas chipaquitas,


y que miró un poco la tele,


y que se fue con el Guachito


que lo esperaba en la vereda,


jugueteando con el perro del kiosco de la vuelta.


Dice Doña Ema que lo vio pasar


por su casa mientras tejía,


como todas las noches en la puerta,


como esperando a Don Alberto


que del trabajo no volvía,


y como siempre lo había esperado,


aunque hacía como dos años


que su corazón roto se lo había llevado.





Dicen que no se puede haber muerto,


porque no se encontró ningún cuerpo.


Dicen que a su pueblo no ha vuelto,


porque vino su familia a preguntar qué pasó.


Y dicen que su Lucía Del Huerto,


que alguna vez tanto lo amó,


jamás dio grandes detalles


de la última vez que lo vio.


Ni de por qué lo dejó por nadie,


quiso dar explicación.



Dicen que desde aquella vez


se hizo arisco de hablar con la gente,


y de sus horas solitarias,


sólo a su perro confesaba.


Y dicen que los niños del pueblo ya no lo visitaban


para escuchar sus historias,


por esas cosas de chicos


de creer en cualquier cosa.




Sólo mi sobrino Marco


pasaba de vez en cuando,


y dice que decía cosas en voz baja


que no se lograban entender:


“Hablaba como explicando algo,


o como queriendo convencer,


mientras el Guachito lo miraba


como miran los perros aburridos,


de tanto hacer nada


y cansados de no saber qué hacer.”



Dice mi vieja, que se volvió loco.


Dice mi viejo, que se fue en algún tren.


Dicen las vecinas chismosas


que eso nunca se va a saber.


Dicen los niños que se hizo en pájaro,


como en los cuentos.


Dice su Lucía Del Huerto,


que un día de éstos va a volver.


Dice mi sobrino que sólo el Guachito,


su perro que apenas vive y ve,


sabe bien qué fue de él.





Yo ya no sé ni qué decir,


sólo sé que desapareció.


Que del tinto puro se fue del bar,


que del bar pasó por Doña Ema,


que a dos amargos del panadero, no quiso más,


y que murmurándole a su canino,


váyase a saber de qué,


se perdió como para su casa


entre la neblina, la tierra,


y la negrura del camino.



Dicen que esa noche


fue una de las más largas.


Estaba tan nublado,


que no amaneció hasta las diez de la mañana.


Esa noche no fue tan ruidosa como ésta,


ni de tan luna llena,


ni tan llena de gente.


¿Saben algo de los puntos distantes? :


quizás en alguna parte


habrá sido una tarde de fiesta


y las nubes para nadie,


serían una molestia.


Como lo fue para los del pueblo,


que de tanto “cosa‘el misterio”,


no entendían de casualidades.





Dice el Loco ‘e la Pala


(del que nadie sabe su nombre),


que la noche duró tanto


para ocultarlo más tiempo,


de la neblina que de a poquito,


lento se lo estaba comiendo.


Y fue el Loco el que se quedó con el Guachito,


y dicen que juntos comparten el secreto,


el pan que se ganan cavando tumbas,


limpiando los jardines,


y en algún que otro cimiento.



Ahora lo que pienso,


es que ganas no le deben haber faltado


de mandarse a mudar bien lejos,


asegurándose de no dejar rastros,


de pueblo chico estar tan harto,


y de pelearle tanto al amor,


con los brazos tan cansados.


Amor de tanto tiempo,


y amor de tan poco aliento.



Y dejándome llevar por los viejos dichos


y las fantasías necesarias de gente pobre


sin cable y sin video,


les cuento la verdad de los locos y los niños


y de ese anciano perro,


si que habló alguna vez es cierto:




Ellos dicen que aquella noche distante


y muy llena de misterio,


se fue como todos saben con el Guachito al lado,


murmurando las dolencias repetidas de siempre,


entre el mercurio y la neblina,


y con la protesta entre los dientes.



Pero a su casa no llegó,


ni llegó a ninguna parte.


Sucedió que cansado de llorisqueos


y contínuos lamentos,


de su querido e insufrible amo,


el Guachito no pudo más y parándose adelante


en un solo movimiento,


le dijo como quien no quiere la cosa


y sin un solo titubeo:


-- ¡Dejáte de boludeces y hacéte hombre de una vez!


que ‘pa animal bruto ya estoy yo,


que ni tomarme un tinto como la gente, puedo!



Y dicho esto,


el cuadrúpedo pegó media vuelta y se fue,


rezongando y sin volverse ni siquiera una vez.


Y con los pelos parados, así tan de repente,


como si en ese momento tuviera


más de veinte gatos en frente.




De ahí vino lo que dicen


de tan grande que fue el julepe,


de semejante cosa de no creer,


que se contrajo en el lugar de tal forma,


y sobre sí mismo,


que fue desapareciendo a medida


que la neblina empezó a crecer.


Y hasta quedar como ese vapor pegajoso y espeso


que se levanta en algunas noches largas de invierno,


y que los borrachos, sólo de tinto puro,


cuando se llegan a perder,


dicen respirar,


y dicen padecer.



* * *


7- ORACIÓN


Conformista, vivo, respetuoso, atrevido, honesto, entregado, en efectivo, libre, total, despreocupado, apasionado, suicida, desmanejado, servicial, barato, airoso, incondicional, generoso, sincero... descontrolado, a rayas, desprejuiciado, seguro, abundante, inesperado, sin cuotas, interminable, en paz, desorganizado, audaz, adaptable, sorpresivo, oxigenado, transparente, excitante, estimulante, puro, anfibio... vertiginoso, inconfundible, imperfecto, sin vueltas, considerado, real, anónimo, resuelto, atemporal, cálido, sereno, divertido, interminable, alerta, suficientemente satisfaciente, incansable, valiente, entero, cómplice, frontal, abierto, relajado, simple, muy simple, práctico, sin rastros de humanidad ni de soberbia... y si no es mucho pedir, claro, quisiera un amor... como el tuyo.


Perdón por el abuso, ¿no?, pero si de pedir se trata... quisiera pedir una cosita más: ¡Poder dormir!


Amén.


* * *



8- COLGADO DE UNA GOTA


Las manos cruzadas en la cabeza, los pies cruzados en una misma baldosa, el borde del trasero mordiendo el borde de la verjita. Una fiaca que ni te cuento, una siesta ideal para estar en cualquier parte mirando el cielo, y yo aquí tan al pedo como inmóvil, salvo algunas rascaditas en el cuero cabelludo con el meñique.


Y una gota... una gota en la punta de una hoja en la punta de una rama que cuelga hacia mí. O mejor dicho que cuelga, yo me senté después. Esa manía de querer ser más importante. Andá a saber cuánto hace que cuelga así la rama y yo me creo que... se cae!, ¡se cae! La gota, que va a ser... Pero no, no se cae, le falta aunque sea una brisita. Pero todo está tan quieto, que es capaz de estar ahí toda la tarde.


Todo tan quieto, tan tranquilo tan... inurbano. Ni un auto, ni un perro, nada. Yo nomás, que de vez en cuando me rasco o revoleo lentamente la pata sostenida. Todo tan quieto, que ni siquiera bajó otra gotita a engordar la mía para que se caiga de una vez. Y dale con “la mía”, quién dijo que era mía la gota. Y todo tan quieto, yo diría tan muerto, del julepe que me está agarrando de estar pensando, y si no pasa en cinco minutos aunque sea un viejo en bicicleta, me voy adentro con cualquier pretexto, porque esta quietud me está poniendo nervioso. Y ni hablar si llega a pasar de verdad un viejo en una bici, porque ahí va a ser peor...


¡Ya sé!, como prueba de mi valentía me quedo aquí hasta que la gota se caiga aunque me invada una neblina de esas como de talco que aparece en las películas. Mientras tanto pienso en otra cosa. ¿Por qué será que nos colgamos aveces mirando cualquier cosa y parece como que quedamos atrapados en algún mimetismo, o algo así. Hasta que te das cuenta que estás colgado y empezás a mirar para todos lados para ver si te perdiste de algo o si te estuvieron hablando.


¿Y por qué me habré colgado yo con esta gotita? A mí siempre me cuelga el agua. En cualquier estado. El río, el vapor en la ventana, la lluvia contra el parabrisas, las gotas que cuelgan de los árboles... Debo haber sido marinero en otra vida, o algo así. Bueno, eso es lo que dicen algunos como para decir algo de lo que ni siquiera saben si creen, no? ¡Que lindo la pizza que me hiciste ayer para el laburo!, No sabés cómo me salvó la vida. Esas cosas son las que también me salvan el alma en momentos como éste, de no caer en recuerdos de otro tipo, que me puedan los ojos. Tu recuerdo me alimenta de pizzas, de galletitas dulces para el desayuno y de todo eso que ni se ve, ni se toca, y que tanta falta hace para seguir disfrutando la magia de una gota que cuelga hacia tu vestido y tu olorcito a piel fresca natural...


¿Cuánto tiempo hará que estoy acá? ¿Cuánto tiempo hará que esa gota está presa del poder de otra gota y una brisa que le impiden ser parte del charquito de la vereda? ¡Claro!, ahora entiendo por qué me colgó. Por qué me quedé mirándola como a la escena más conmovedora de Gasper: por un momento fui esa gota solitaria pidiendo ser parte del charco, como hay veces en que pido ser parte de este mundo, por más podrido que esté. Y ahora entiendo por que me vino así nomás tu recuerdo: vos sos esa brisa que tanto necesito para que me liberes una ves más. Y vuelva a vivir, y vuelva a respirar, y vuelva a ser yo, y vuelva a ser uno más de los que simplemente tienen una novia como vos, que me prepara pizzas para el trabajo y me esconde galletitas en los bolsillos de la campera...


No me lo vas a creer... pero... por la esquina se está acercando un viejito en la más destartalada bicicleta jamás vista como primer signo de vida del barrio... Así que... mejor me voy adentro aunque la gota siga sin moverse... porque si se llega a levantar neblina... me hago encima.



* * *



9- MIEDO



Miedo. La esquina en que no pude decir adiós. Es tarde y me tendría que ir a dormir, pero me quedo como haciendo fuerzas para llorar. Miedo, mamá. No me permitiría otra palabra. Los tímpanos se me desarman pero, ¿para qué oír más? Ya sé que es el alcohol. No sé como me sonará todo esto cuando esté fresco, pero no creo que me vaya a lamentar. No estás aquí. Ni ahora, ni cuando venía zigzagueando por la calle, ni en mis desahogos, ni en esta esquina inconclusa. Temerosa y mutilada.


Estoy expirando. Por lo menos en esta noche y en ésta, su última fuerza. Y en éste, su último deseo. Y estaré expirando agonizante las horas que no alcanzo a predecir. Hay veces en que creo que soy una utopía de mí mismo. Ya sé que es el alcohol y la impotencia y la bronca. No sé como me sonarán estas palabras cuando esté tranquilo y sereno, pero ya sabré entenderme... con el tiempo.


Vos, te quedás. Y vos, te podés ir a la gran puta madre que te parió. O viceversa. Ya sé que es el alcohol. Pero con vestido de novia o no, con inocencia reprimida o con formalidades decididas, me gustaría nada más que una de las dos se quedara a levantarme del piso y a secarme los ojos.


Miedo, mamá.


No creo que sea otra cosa. Lo reconozco sólo borracho, porque cuando esté fresco me sonará a última salida. A excusa tonta. A reprimenda egoísta. A vómito ignorante de borracho cargoso. A puteada impulsiva del trago que estuvo de más. A pesar de esta esquina y estas sordas ganas de llorar.


Miedo, mamá, nada más que miedo.


Y un poco de impotencia. De no saber qué, ni cómo, ni cuándo, ni dónde, ni por qué... de lo que venga.


Miedo, mamá.


De no poder decir... Como nunca te dije.



* * *



10- TIEMPO PERDIDO



No sé si pierdo el tiempo escribiendo canciones de otros y leyendo tonteras que aveces riman y aveces no.


No sé si pierdo el tiempo pedaleando a altas horas de la noche y durmiendo hasta el mediodía.


No sé si pierdo el tiempo en la cerveza de la esquina y en la filosofía del orín en la vereda.


No sé si pierdo el tiempo en una guardia que no es la mía escuchando escupir la bronca que todavía ni siquiera me alcanza.


No sé si pierdo el tiempo viendo pasar el tiempo y sabiendo que nunca hay tiempo para aprender a usar el tiempo.



No sé si pierdo el tiempo pensando qué decirte para que al fin te decidas a quedarte conmigo.


No sé si estoy perdiendo el tiempo. Sé que el tiempo no me va a perder a mí. A vos tampoco.



No sé si pierdo el tiempo trabajando duro, no sé si lo pierdo ahora rascándome la panza.


No sé si pierdo el tiempo mirando a ninguna parte. Descubriendo el mundo y riéndome de nadie.


No sé si gano perdiendo el tiempo, ni sé si pierdo queriéndolo saber.


Pero si algunos ganan y otros pierden, quisiera saber quién se está ganando mi tiempo, y qué es lo que puede hacer con él.



No sé si pierdo el tiempo escuchando el mismo disco de anoche y de antenoche como si fuese la primera vez.


No sé si pierdo el tiempo entre tus brazos tantas horas y en silencio, ni sé lo que entre los míos podrás tener.


No sé lo que es perder el tiempo.


Tampoco se sabe cuánto vale, ni cuándo se acaba, ni quién lo cotiza, ni quién lo emplaza.



No sé si pierdo el tiempo.


Sé que gano aire para mis pulmones, y gano espacio, y gano terreno, y voy ganando de todo eso que hace falta tanto cuando te estás cayendo... y no te alcanzan los llantos, ni los consuelos, ni la cerveza, ni las canciones, ni las dos ruedas.



Y no te alcanza el viento y no te alcanza el cuerpo...


Y después de tanto ganar momentos...


ya no te alcanza el tiempo.






* * *



11- DESTINO


Yo quería hablar con vos porque tengo un problema. Bueno, en realidad tengo varios problemas, pero no creo que tengás ganas de escucharlos, pero este problema tiene que ver con vos, y tiene que ver con que me enamoré, y vos venís a ser la persona de la que me vengo a enamorar, y ya sé que te puede parecer idiota, y mucho más poco creíble, pero así es la cosa, sucede que este problemita que tengo (vos dirás ¿por qué es un problema?), es justamente que soy uno de esos tipos que les cuesta un huevo enamorarse, y eso no tiene que ver con lo que demoro en enamorarme, si no con encontrar a ese alguien para enamorarme, el resto es cuestión de segundos, ¿se entiende?, y el problema además en este momento no es tanto que a vos te importe un carajo todo lo que estoy diciendo (aunque, en realidad, es algo que a mí me importa), porque de ser así estarías en todo el derecho de levantarte y esfumarte, y listo, pero si todavía estás aquí es porque algo te importa, entonces tiene sentido que siga, ¿no?, bien, gracias, al menos de que te importe, y esto no quiere decir que te tenga que pasar lo mismo que a mí, me refiero a eso de enamorarse, no, puede ser solamente un acto solidario de tu parte al querer simplemente no dejarme hablando solo, aunque no te preocupés, porque seguramente ya no seguiría hablando, porque vos ya no estarías, así que, por lo tanto, de momento que sigo hablando es porque todavía estás aquí, entonces puedo seguir contandoté sobre este problema mío de enamorarme así tan difícilmente, y al mismo tiempo en dos segundos, que es lo que generalmente demoro, y no vayas a creer con esto que me enamoro cada dos segundos de cada una que se vaya cruzando, no soy tan fácil, en realidad, muy pocas veces me enamoré, pero siempre que sucede, sucede así, en dos segundos, y te juro que no lo puedo evitar, y ya que estamos en confianza, hasta te podría confesar que... bueno... estoy en un grupo... de esos de autoayuda, sabés?, se llama “Enamoradizos Precoces Anónimos”, así que verás que no soy un inconsciente que no se reconoce a sí mismo, pero esto es más fuerte de lo que creés, ¿sabés? y hace poco que empecé el tratamiento, así que sabrás entenderme y aceptarme, me refiero a aceptarme en todo esto, no como enamorado, claro, porque bueno, estaré enamorado, pero no estoy estúpido, no soy de los que se vuelven estúpidos cuando se enamoran, y habrá mucho amor, mucho amor, y con todo lo lindo y con todo lo fuerte que trae el amor, pero yo creo que eso no es todo, no señor, ya me lo vienen diciendo mis enamoramientos anteriores: que pare un poco con eso de irme de jeta, que hay que conocerse, que hay que ver como viene la mano, que, ¿qué pasa si me salís de sopetón con que tenés la pieza empapelada con Ricky Martin o con que soñás con vivir en Buenos Aires?, ¿eh?, ¿y yo qué hago si un día no salimos a bailar porque no te decidís entre dos pares de zapatos, eh?, ¿qué hago con tanto amor que tanto me ha costado, no te parece?, eh? ¿no te parece que hay muchas cosas antes y mucho tiempo por conocernos antes de andar apresurándonos?, o ¿mirá si de repente te dás cuenta de lo mucho que me gusta por ahí estar solo o irme a la mierda o emborracharme de vez en cuando, ah?, ¿qué tal?, ¿no lo habías pensado, no?, viste que no es tan fácil, y después te dás cuenta de todo el tiempo perdido y de todo el amor invertido, ¿y para que?, ¿para terminar así?, ¿para tener que aguantarnos, para tener que porfiarle a tantas razones lógicas y seguir haciéndole el aguante nada más que al amor?, y ahí nos damos cuenta que sí, que podrá haber sido en dos segundos o en dos meses que nos enamoramos, y eso es lo de menos, pero eso de conocernos en las boludeces de todos los días que tanto importan a la hora de los bifes, eso no es de dos segundos, es de un poco más, así que sí, podemos salir, podemos ir al cine, o a bailar, o a lo que vos quieras, pero por ahora te voy a pedir que seamos amigos, para ir ganando tiempo, o mejor dicho, ganando en no perder tiempo, y así evitamos más problemas, con todos los que tengo, además de éste, pero que no creo que te importen, y por este problema, no te preocupés por mí, estoy ya tan enamorado que soy capaz de hacer cualquier cosa por vos, y si de hacer algo por el otro se trata, te voy a pedir que hagás algo por mí y que, por favor, me ayudés a dejar esto así nomás por ahora, y disfrutemos de lo cálido de este lugar, y de mirar la lluvia por la ventana, y..., a propósito, yo voy a tomar un café, a vos qué te gusta, el té o el café...?


El mate.



* * *


12- YO CAMINO



Madrugada. Las cuatro, más o menos. Día de semana, que sé yo, martes. Yo camino. Solo. Por el medio de una avenida. La mayoría de la gente durmiendo. Vos durmiendo. El presidente durmiendo. Los presos durmiendo, los guardias no. Mi perro durmiendo. La mayoría de la gente soñando. Vos soñando. Yo camino. Sin apuro. Sin llegar a horario a ninguna parte. La mayoría de la gente sin apuro. Durmiendo. En otra dimensión. Silencio penetrante para ser una avenida. Sólo el viento. Y yo caminando. En silencio. Mi perro en silencio. Vos en silencio. La mayoría de la gente en silencio. El presidente en silencio. Vos en silencio. Durmiendo. Yo no. Yo camino. Y pienso. Solo. La mayoría de la gente sola. Vos no. Mi pensamiento te acompaña. A estas horas. Mientras la mayoría de la gente duerme. Soñando. En otra dimensión. En silencio. Sin pensar. Y yo camino. Solo. Con el viento. Por el medio de una avenida.



* * *


13- AQUÍ, LA AUSENCIA



¿Cómo una ausencia puede tener tanto espacio que hasta por momentos llega a molestarme hasta cuando tengo la cama vacía de presencias y todo ambiente a mi disposición?


Y hasta cuando me aturde la compañía de no poder estar un segundo con el pensamiento libre de las inferencias que van surgiendo desde todas direcciones.



Una vez solo:


Una vez solo, cerró la casa y se quedó mirando un rato la calle mojada por el pestillo inconsciente de lo que en ese momento estaba apoderándose de cada pensamiento. Pero algo de no sé dónde lo previno y cerró con violencia medida lo que lo separaba del hechizo de la noche lluviosa y buscó el libro que había dejado marcado hace unas horas: “No ganaba nada con preguntarse que hacía allí...”


Comenzó a llover otra vez y el murmullo lo atraía indefectiblemente al punto de estar nuevamente parado sin habérselo propuesto. Al segundo paso se volvió, se sentó y comenzó otra vez: “No ganaba nada con preguntarse que hacía allí a esa hora y con esa gente...”


Había visto llover la misma calle por la misma ventana miles de veces, incluso de noche, pero sabía que esa era diferente. La lluvia y la noche.


Prendió un pucho, se acercó al equipo de música y buscó algo para escuchar. Al Di Meola no era lo más apropiado para salir de esa, mucho menos con Saluzzi, paro al menos podría leer tranquilo sin distraerse y de paso le daría una mano a la concentración: “No ganaba nada con preguntarse que hacía allí a esa hora y con esa gente, los queridos amigos tan desconocidos de ayer y mañana...”


Por lo menos ahora con la música no oía la lluvia y con el cigarrillo tendría que quedarse cerca del cenicero, al lado del libro, y poder seguir: “...los queridos amigos de ayer y mañana...” Como los que se acaban de ir, pensó con una sonrisa irónica. Y otra vez la puerta y el pestillo y lo que pasaba detrás y una ráfaga de viento fuerte y ... qué más: llovía y... y otra vez: “No ganaba nada con preguntarse que hacía allí a esa hora y con esa gente, los queridos amigos tan desconocidos de ayer y mañana, la gente que no era más que una nimia incidencia en el lugar y en el momento.”


Y mientras se preguntaba qué carajo quiere decir nimia, repasaba el renglón que le repetía una y otra vez que no ganaba nada con preguntarse que hacía allí... preguntándose por qué no podía mirar un rato la lluvia y listo...


Quizás los seis minutos que necesitó para leer cuatro renglones le indicaron que era algo inútil aquel intento tramposo de dominarse en ese tonto impulso que seguramente no pasaría de ver un rato la lluvia salpicando en el asfalto igual que la última vez que llovió. Pero algo muy de adentro, que se yo de dónde, pero de adentro, le decía que esa vez no, que mejor no, que quizás una de esas...


-- A ver si hay alguna película –dijo despacito con el aire que soltaba de un suspiro. Cerró el libro marcado siempre en el mismo lugar, apagó el equipo y con el cenicero en la mano pasó por delante de la puerta tratando de ignorar ese maldito murmullo. Un ruido por los techos le trajo la cómica y trágica imagen de un gato buscando refugio, pateó una silla delante del sillón y, sin más, se dejó caer.


Apenas se encendió la pantalla se fijó en la hora: las once y media. La hora justa para irse a la cama y dejarse de joder. Pero sabía que no se iba a dormir muy fácil con esos ojos “dos de oro” que tenía y toda la ansiedad hincha-pelotas dando vueltas al acecho.


No era la primera noche que andaba queriendo una de esas situaciones de desencuentro entre las ganas de lo que sea y la paz interior necesaria... una vez solo. Pero a la puta noche se le dio por llover, y “los queridos amigos de ayer y mañana” que acababan de irse, y que cada vez se hace más estrecha la salida a la soltura de estar en plena tregua con las cosas que quedan girando sin control, sin radar y sin encontrar pista segura que le garantice un destino y un corte final...


De haber encontrado algo “más o menos” se habría salvado. Dejándose atrapar al fin tal vez por una tonta comedia yanqui y el sueño lo habría vencido y lo habría endosado a un paréntesis fuera de peligro que lo habría proyectado a un nuevo día que lo habría etc., y lo habría etc...


Pero ningún “habría”. Lo que pasó fue que al darse cuenta de la tremenda estupidez venezolana que estaba viendo sin darse cuenta hacía ya quince minutos, se dio cuenta que lo mejor era darse cuenta de que lo mejor sería terminar con esa minifarsa y dejarse doblegar por el mejor enemigo. Así que luego de un par de titubeos (un par, para qué más), se abalanzó de una buena vez a la ventana y de un solo movimiento la abrió hasta donde se pudo, dejando entrar al fin toda esa magia envuelta en viento fresco, agua fina, olor húmedo y la luz intermitente de la gota insignificante que irrumpe en muchedumbre sobre el neón reflejado en el negro espejo de la calle.


Y la lluvia entraba por momentos empujada por su violencia mojándole desprolijamente la ropa y los muebles viejos. En otro momento tal vez se habría percatado de todo eso y posiblemente lo hubiese evitado, pero esta vez... pocas cosas ocupaban su atención. Incluso creo que permanecía ajeno a la verdadera razón del porqué de semejante montón de impulsos liberados de la cordura, y que fueron al mismo tiempo lo único coherente en sucesión de actos... una vez solo.





Una vez acompañado: (Yu ar sou biutiful)


Yu ar sou biutitul... tu mi... –cantaba él despacito.


Los manotazos eran de araña en celo más que de ahogado. Y la noche era demasiado cálida para comenzar otra vez a dar vueltas sin razón y gastar transpiración así porque sí.


Yu ar sou... Noche de monte tucumano ésta, como dice mi viejo.


¿Por? –preguntó ella.


Calor de morirse y nada de viento –contestó ahí nomás- y muchos mosquitos... –mientras se cacheteaba un brazo.


Era inconfundible aquella sensación de estar en el momento y en el lugar equivocado aunque no se sepa bien por qué. Bah, no se sabe porque uno no se pone a pensar. La cosa es que estaba hablando cualquiera, y esa era una señal más que suficiente para saber que lo mejor era dejar la conversación en ese grado de profundidad. O al menos intentarlo. Cantando algo, por ejemplo:


Yu ae sou biutiful... tu mi...


¿Que es eso?


Qué.


Lo que cantás.


Qué sé yo, se me pegó no sé de dónde... creo que de una película...


Él tenía la vista fija en alguna parte, tirado en el pasto, las manos sosteniendo la cabeza, movimiento nervioso de un pie sobre el otro y una mueca en la cara que podría decir muchas cosas a la vez. Que dice todo y no dice nada.


Ella estaba sentada en yoga a su costado mirándolo como si tratara de arrancarle algún gesto que lo delate de una vez. La luna casi llena a sus espaldas la favorecía dejándole la mirada oculta, mientras que su sombra sólo se proyectaba apenas, sin taparle el objetivo. Estaba justamente pensando lo mucho odiaba ese silencio... cuando se cortó:


Estoy harto. –dijo él en seco.


¿Eh...?


En realidad lo había escuchado, pero habría preferido el silencio.


No, nada... que estoy harto de estar harto y más harto de no saber bien de qué –respondió en el mismo tono y con la mirada sieeeeempre fija.


Ella no dijo nada. Estaba pensando qué decir cuando...


Harto de sentir que estoy siempre en el momento y en el lugar equivocado.


¿Y cuándo son esos momentos? –esta vez no le hizo falta pensarlo.


Un momento de silencio. No mucho:


.....¿que cuándo estoy en esos momentos? ...qué sé yo, cuando estoy ahí ni pienso en estas cosas.


Ella, como siempre, no sabía si seguir escuchando o irse a la mierda. Se estaba cansando. Hacía rato que había empezado a cansarse. Pero como siempre, se quedaba. Hacía rato que había empezado a quedarse.


Te estoy cansando, ¿no? –esta vez levantó la cabeza para mirarla.


No. –dijo ella corto y seco. También odiaba que supiera siempre lo que estaba pensando. Pero de todos modos, ninguno de los dos le creyó a ese “no”. Bueno, esa era la idea.


El ya había dejado de mirarla otra vez. Y siguió:


Yu ar sou biutiful...


¿¡Por qué no hablás de una vez!? –lo cortó.


El quedó con el gesto con el gesto de la última sílaba por un buen rato hasta que se incorporó sobre sus codos. Después se tomó las rodillas y pensó un poco más. Le respondió todavía sin mirarla:


Porque odio las noches tucumanas en verano, porque me estén morfando los mosquitos y porque en este momento no estoy en condiciones de enamorarme de nadie –la miró fijo- ...menos de vos.



Una vez con la canción:


“Te hizo vivir... Te hizo sentir que a pesar de todo podías vivir. Te hizo probar la arena mojada y el agua bendita de su manantial. Y te hizo cantar una vieja canción, te hizo dormir en un viejo colchón, te hizo sentir como en un chaparrón, el susurro del pasto festeja con vos. Te hizo vivir, un día cualquiera dijiste la hora y te dijo que sí...”


Eso lo dijo Jaime Roos.



La gente no cambia. Son las situaciones que se le van presentando las que dirán si quién tenés delante resiste al fin al orgullo y la desilusión.


Eso lo digo yo.





Una vez con la ciudad:


En las sierras debe haber llovido bastante por la forma en que viene el río, pero aquí...


La vista obligada de quienes tienen la suerte de cruzar caminando un puente hacia esa atracción natural del agua en cualquiera de sus estados, color, forma y movimiento. Y mucho más si se trata de gran cantidad.


De no haber sido por el estómago amenazándome con una buena gastritis de hambre y con el tiempo corto de costumbre, se habría parado un rato en la orilla, pero así es la vida de la city, no? Si no llegás tarde por ahí, son las tripas las que te empujan con insistencia hasta por lo menos un par de mates que las calme. Que el estómago sea el que te llame de vez en cuando, es de soportar con el tiempo, pero que el tiempo esté permanentemente trayéndote de un lado a otro sin darte la libertad simple y estúpida de contemplar el río unos minutos por el sólo placer de darle a la vista un descanso merecido y supuestamente no poder...(que lo re parió...)



Que venga una creciente y que se caigan los puentes, que aumenten los feriados, que no se acaben los enamorados, que se quede sin trabajo más gente, que más cosas puedan quedar pendientes..., que para eso está el día siguiente.


Que se larguen a bailar los peces, que crezca de golpe todo el verde, que se escapen los locos y que todos los pájaros regresen, que se acabe el combustible, que gobierne lo irresistible... que el amor anda buscando sus adictos en todos los puentes.


Que el sol nunca se esconda y que nunca más amanezca, que las nubes no se aparten y que el cielo se refleje en todas partes.


Que la industria no se detenga y que los paros no se contengan, que el hambre sea sólo un recuerdo y que no quede un solo cuerdo, sí!, ¡seamos todos tarados!, y que el juego sea para todos y cada uno de los niños, que para ellos se ha inventado.


Que el tiempo sea más piadoso, que la niñez no se acabe tan pronto que el día es demasiado corto y el dinero muy tirano. Que se acabe ese viejo cuento de que se nos va de las manos.


...que el río está pidiendo a gritos, en medio de tanto cemento, no ser sólo de los peces, los pájaros, el viento, el sol, el cielo, y de algunos niños por momentos.


Necesita de más de esas miradas soñadoras, de más poetas buscando musas, de mentes libres que lo piensen, de manos limpias que lo alimenten, de más historias que le cuenten y... que se lo salude desde los puentes.


Y te necesita a vos. Sí, a vos. Para que lo ayudes en su tarea diaria de devolver las miradas que buscan en su corriente una ausencia más de tantas que quedará debiendo por día. De tanta calle, tanto cemento... y sobre sus puentes.




* * *









14- POR DARSE CUENTA



Capítulo uno: Darse cuenta


Primero se dio cuenta cuánto le gustaba. Después se dio cuenta de lo que acababa de darse cuenta. Es así como no pudo evitar hablar trabado, los chistes tontos y los comentarios absurdos, y es así como ella se terminó dando cuenta.



Capítulo dos: El alejamiento


Él se dio cuenta de que ella se había dado cuenta, pero en su intento de disimular su estupidez, sólo logró hacerla más evidente, y ni bien se dio cuenta de esto, decidió simplemente alejarse, para dejar de ser un estúpido más a su alrededor.



Capítulo tres: La estupidez


Ella no se dio cuenta, y no comprendió. Él se dio cuenta de que ella no se había dado cuenta y trató de dejarlo así, pensando en lo estúpido que puede resultar explicar una estupidez. Pero cada vez que la volvía a ver, volvía a estupidizarse.



Capítulo cuatro: La decisión


Por último se dio cuenta que sólo le quedaban dos caminos: decírselo de una vez, o no verla nunca más. Recordó tanta estupidez por la que había pasado, y eligió el segundo. Nada más desapareció.



Epílogo


Ella se dio cuenta y no dijo nada... Se dio cuenta que no podía. Se quedó esperando en silencio. Perdidamente enamorada. Y él no se dio cuenta.




* * *












15- ESTA NOCHE



Errante del mundo entre tus piernas,


celoso del alba por ver el sol,


despierto por las horas de tus sueños,


libre de quererte, y no me perteneces.


Incrédulo de todo lo que tenga que ver


con las luces de lo cuerdo que todos parecen.



Bohemio por cada uno de nosotros,


infantil de lo grande del recuerdo,


resuelto a no perder más de lo que tengo,


temeroso de tu regreso a lo que siempre vuelve.


Ignorante de todo lo que tenga que ver


con las contexturas físicas que más muerden.



Infeliz de esta pequeña amarradura,


regocijado de la brisa impredecible,


amante de su manera improvisada


y espantado de sus grandes bocanadas.


Alertas melodías sin un reproche,


esperando todo lo que tenga que ver


con la interminable abundancia de esta noche.


***


16- MADURANDO



La soledad es una buena compañía. Ya no molesta deambular la noche con el asiento vacío de al lado.


Los hermanos se transforman en amigos, los amigos en un par más de hermanos, los padres comienzan a ser perdonados, los vecinos a ser más tolerados, la política permanece más tiempo en la pantalla, la historia se va aumentando entre las páginas, el amor se entiende en ritmo de tango, el rock se siente ahora en la pieza de al lado.


Ya no me importa tanto lo que mis zapatillas digan, ni lo que piensen de vos desde la otra esquina. Ahora los chicos son más chicos, las distancias son más cortas y mis tiempos son más grandes. Ahora conozco más a mi perro y entiendo más a la gente. Mi perro se está muriendo, lo demás sigue como siempre...


El revés se mira sin espejos: el subrealismo se muestra sin la necesidad del arte.


* * *

17- UN DIA DE ESTOS



Un día de estos agarro mi bicicleta, me doy una vuelta por ahí y le digo a todos los que me conocen lo que siento por ellos. O compro 170 kilos de carne y les doy a todos los perros que anden en la calle hasta que se me acabe. O me acuesto a dormir todo el día y me pongo a leer algo de historia argentina cada vez que me despierte.


Un día de estos agarro la guitarra y le canto a tu madre en la cocina lo que sea necesario hasta que me deje casar con vos. O me subo a cualquier árbol del parque a sacarle fotos a la gente. O me voy al trabajo, le doy un beso en la frente y un tincazo en la oreja a mi jefe… y me largo...


Un día de estos me voy a instalar arriba del techo en bolas a recitar poemas de Benedetti y… canciones patrias. O me meto en contramano por cualquier avenida. O le regalo una flor al primer cara de empresario que se me cruce. O le compro un par de Nike de las más caras al limpiavidrios de Bulevard San Juan y La Cañada.


Un día de estos le encajo una tremenda de patada en el culo a cualquier policía que se la dé de dueño del mundo. O le lavo la ropa a toda mi familia, limpio toda la casa, hago de comer y lavo los platos. Hasta soy capaz de tenderme la cama.


Un día de estos agarro los apuntes y me pongo a estudiar. O te llamo por teléfono. O te voy a visitar.


Un día de estos sin decir a nadie ni a dónde, me voy y no me ven más. O me pongo por una semana una cinta en la jeta. Hasta soy capaz de no escuchar música en todo un día.


Un día de estos me acuesto a dormir temprano… Y me levanto temprano.


Un día de estos me como una novela entera de Grecia Tellado y Corín Colmenares y en cada propaganda canto a gritos lo último del Tri.


Un día de estos dejo de pensar…


O me compro cincuenta paquetes de Sabritas. Y me las como, claro.


Un día de estos hago algo por tantos niños que se mueren de soledad en el mundo. O… por lo menos por uno.


Un día de estos me siento con cualquiera de esos viejos jubilados de las plazas a charlar de sus vidas.


Uno de estos días será el que me toque morir. Será un día más del resto.


Para entonces me voy a asegurar de que todo lo que aprendí, alguien lo aprenda, y que todo lo feliz que fui y seré, le sirva de algo a cualquier alguien que se acuerde de mí. Para eso, hago lo que puedo… y lo que quiero…, siempre “con lo que llevo puesto”.


Lo que falte, lo terminaré algún día, de alguna manera, si me acompañan... un día de estos.



* * *






18- A LA TRISTEZA



Eran cerca de las ocho. El sol se estaba escapando. Hacía dos días que mi hermano y los suyos se habían ido y me habían dejado solo. En ese momento comencé a sentir su presencia. Si hubiese estado en una película más, seguramente habrían puesto una de esas canciones que te parten, porque a mis ojos se les estaba notando la caída.


Me quedé un rato mirando por la ventana y me parecía verlos a todos del otro lado. Cada uno en lo suyo. Y fue cuando sentí eso que jode en el pecho y fue cuando busqué sin pensar, casi por instinto, el cuaderno y la lapicera con las intenciones evidentes de querer apoderarme del momento.


No pude. Me esforcé un poco, porque dicen que esos momentos son los mejores para que surja algo lindo... Pero no pude. Ni quise. Dejé las cosas a un lado sin apartar la vista de la ventana y todo lo que tenía detrás y todo lo que faltaba y... “Estoy triste”, pensé. Y me sonreí y casi me reí de lo ridículo de la situación ante un pensamiento para nada ridículo.


Por un momento me sentí bien, y contuve la respiración como queriendo retener el tiempo. Y lo disfruté. Duró poco, pero lo disfruté. Me sentía triste. Y me sentí más vivo que nunca. Triste y vivo. Más triste y mucho más vivo. Y lo disfruté mucho. Disfruté la enorme felicidad de una tristeza:



Tristeza por la tristeza misma. Por la tristeza de estar triste. Tristeza por las ganas de estar triste. Por el placer de ver la bahía, el puerto, los barcos y todo eso de otro color, de estar triste.


¿Qué sería del resto de los días sin estos días tristes? Estos días que limpian de muerte la tinta y las hojas donde voy a escribirte.


¿Qué sería de la melancolía, la añoranza y las ganas de volver a verte, sin la tristeza? Esas ganas que muerden de ganas el tiempo, la distancia..., los precisos momentos de mirarlo todo otra vez.


¿Qué sería de la nostalgia, sin algo de tristeza?


Pido entonces disculpas por mí y por tantos otros que la utilizan deliberadamente, como el más impúdico de los plagios, en intentos de decir en prosa, canción o poesía, lo que solo puede salir de su voz.


A la tristeza.


Por la tristeza misma de los días tristes.


Tristeza que una vez tanto disfruté.


Por las ganas, que muerden de ganas,


Las ganas de mirarlo todo otra vez.



(Ushuaia, Febrero del 94)




* * *





19- DESTINO



Uno llega de la calle con el sol moribundo y qué hace... Tira el saco, pone la pava, y la mano sin pensarlo agarra el control remoto. La Susana, el noticiero, o la novela que repite el mismo capítulo de hace un mes. Gana el noticiero, más vale, si siempre termino en lo mismo. No sé para que me pongo a cambiar de canal, si siempre termino en lo mismo. Esa maldita costumbre que me quedó de antes que me cortaran el cable... Pero ese día la rutina se cortó de golpe. Seco y peligroso.


Sonó el timbre y fui a atender con el mate en la mano a medio empezar y con la idea de: “pasá rápido que se me queman las tostadas” a quien quiera que sea. Pero abrí de un tirón, y cuando estaba por abrir la boca se me paralizó el cuerpo entero con sangre y todo, y la frase preparada se fue mezclando con miles de palabras sin sentido que se buscaban entre sí queriendo explicarme algo. Me quedé como si... parecía que estaba jugando al ¡chancleta..!


El abismo duró diez segundos de un minuto cada uno. Ninguno de los dos se movía. Ni hablaba, ni pestañeaba... Las miradas eran tan fuertes que, si alguien pasaba la mano entre los dos, estoy seguro que de algún modo las tocaba. El olor a quemado nos salvó del cardíaco y mi boca (yo no) por fin le dijo que pase...


Estaba intacta... “Podía haberse cambiado el pelo, por lo menos”, pensaba mientras puteaba despacito entre la humareda. Salí de la cocina limpiándome las manos y vi que estaba parada al lado de la ventana mirándome. Los mismos ojos, los mismos movimientos suaves y calculados, y el mismo olor, y la misma manera de ocultar la ansiedad: mirar los cuadros y los adornitos colgantes. Me acerqué hasta la mesa y apagué el televisor. Volví a mirarla sin decir nada, pero mis pensamientos trabajaban a toda máquina: “La puta que lo parió, cinco años detrás de mí y ninguno para ella”. Parecía hecho a propósito. Hubiese querido tener un espejo adelante para ver cómo me veía a su lado.


“Sentate”, le iba a decir, pero ni eso me salía. Entonces fue cuando apareció la variante que me sorprendió: rompió el silencio. Nunca lo hizo en una situación así.


No quiero perder el tiempo con formalidades boludas, sabés a qué vine y lo que te voy a preguntar, y estoy segura que a la respuesta la tenés pensada desde hace rato así que... –tomó aire- tengo el taxi esperando en la puerta...


¿Cuántas veces lo habrá ensayado? Palabra por palabra... La miré un poco más agudo y esperé que cambiara de expresión, que soltara el aire, o que mirase para otro lado. Pero no. ¿Habrá hecho control mental? Luego de un rato me vi más ridículo que nunca... Empecé a caminar mirando los cuadros y los adornitos colgantes... Los sillones, la ubicación de la mesa, el mueble viejo lleno de copas y bebidas (hubiese querido darle un buen trago al Balentains), los libros, los mantelitos. Detalles que nunca había visto del bordado de las cortinas, y la mancha de humedad que descubrí detrás del perchero.


Por supuesto que lo tenía pensado desde hace rato... Me gustó su determinismo, su postura, su voz firme. Y creo que me superó, creo que por primera vez cambiaron nuestros roles. El dominio no estaba de mi lado, me arrebató el mango y la sartén estaba muy caliente para agarrarle del otro lado. Y creo que a partir de allí cambió no solamente eso... cambió todo.


Noté su impaciencia, así que me apuré en contestarle... pero no lo hice. Es decir, lo hice, pero no fui yo. No sé quién fue porque no era lo que yo había ensayado contestar. Me di vuelta, la miré entre los ojos porque no me animé a mirar uno de ellos, fluyó saliva por mi garganta, porque tampoco fui yo quién la tragó, y lo largué nomás. Corto. Seco. Fuerte (no de volumen, fuerte de contenido), y algo tembleque, porque repito, no era mi voz.


Dos letras. Dos letras que cambian el curso de una vida. Que pueden hacer que el mundo estalle o que sobreviva. Que pueden hacer que millones se pierdan en una jugada. Que pueden convertirse en una cárcel para la conciencia del resto de mis días. Dos letras que podrían haber sido otras dos...:


No.


Giró sobre sí misma automáticamente y en segundos había desaparecido, esta vez, no con un portazo, cerrándola suavemente. Y es que, claro, todo había cambiado a partir de su voz...


Por un rato debo haber estado muerto, porque no respiré, ni pensé, ni miré, ni olí, ni escuché, ni sentí un solo latido por dentro ni por fuera. “¿No?” ¿Dije no?


“¡Sí!”, grité por dentro, “¡Sí, me voy con vos, esperame!, ¡Tiro todo al carajo! Largo laburo, casa, libros, todo, y terminamos de una vez lo que un puto día tuvo que empezar!


Pero no... Me quedé allí muerto. Muerto hasta hoy, sin poder creerlo ni cuando lo escribo en este mismo muerto instante, cambiando de canal entre pausa y sorbo de mate.


Ahora miro al costado la pila de papeles que como éste cuentan algo distinto de lo que podría pasar el día que toqués el timbre de mi casa. Realidad y fantasía. Destino o casualidad. La sugestión de la ansiedad misma. A veces no sé si en verdad viniste y pasó algo de lo que cuento entre éstas hojas y espero todavía lo que ya fue, y no sé bien cómo. O estás a punto de pararte frente a mi puerta decidida y firme como nunca más.


Pero hay algo de cierto en todo esto, tiene que haberlo. La predicción es más fuerte algunas veces de lo que uno puede creer o manejar. Porque el humo que viene de la cocina es de tostadas quemadas, y no de otras cosa.


***


20- SONÁMBULO



Pensaba que mi época de sonambulismo se había terminado mas o menos entrando la pubertad, pero parece que no es así. Hace un rato creo haber estado a punto de dormirme y de repente me encuentro aquí otra vez frente a esta máquina que parece estar esperando que le cuente algo, después de tantas horas de abandono.


Y no sé quién me puso el Tía María delante y un pucho recién prendido descansando en el cenicero y Peter Gabriel de fondo hasta con la delicadeza del volumen bajo para no despertar a nadie: “Come talk to me...”


Pero me gusta. Porque es la primera vez que estoy solo sentado en esta silla gastada formando palabras gastadas sin tener la sensación de que alguien me está mirando y pensando “que loco este tipo, mirá lo que hace a estas horas”.


Paro un rato, miro un poco para todos lados mientras estiro un poco el cuello y tecleo otro poco entre trago y pitada. Y así descubro mi única presencia.


“...please, come talk to me.” Pero nadie “talk to me”. Nadie me controla sobre el hombro la hoja, cada vez menos en blanco, como siempre cada vez que me hago el Cortázar. Será que sólo de sonámbulo acepto ser un simple “algo leído” más, que no le aporta nada a la literatura nacional, mas que un granito de arena a la Nobleza Piccardo y a unos cuántos sellos discográficos, y a qué sé yo quién se dedica a currar con los licores.


Y así ligeramente libre de prejuicios me sigo la corriente por eso de que a los sonámbulos no hay que despertarlos, y hago como que no me di cuenta. A ver si todavía sale algo bueno...



Pero no salió nada bueno. En realidad salió algo, pero no precisamente bueno: salió mi viejo de la puerta diciendo “¡qué carajo hacés a estas horas y mañana quién te despierta a vos...!”


Y menos mal que no intenté explicarle que lo mejor era no despertarme porque es peligroso, y todo eso, porque no me iba a hacer ninguna gracia aparecer “sonambuleando” por un largo pasillo blanco y con una blanca camisa de fuerza.


Así que calladito la boca y bien despierto, me zambullí entre las sábanas, dispuesto a terminar de una buena vez esa puta novela policial de segunda que no me deja pegar un ojo del cagaso, y me hace inventar historias parapsicológicas. Pero esta vez va a ser distinto. Con media botella encima, no creo que pase de una página.


* * *




21- POR LIBROS Y CAMINOS


Tantos caminos sobre sus hombros, tantos libros bajo sus párpados, tantos años bien aprovechados y tantas malasuertes bien aprendidas y lo veo ahora disfrutando las monerías de la perra con los mismos ojos de su nieto y la misma expresión en la cara que debo tener cuando los miro.


Como no voy a tener ganas de vivir y ganas de meterle para, adelante si mi viejo a los setenta tiene más que cualquier chico que acaba de ganar su primera carrera de bicicletas en el barrio de enfrente.


Todavía sigue invirtiendo en el futuro y se sigue engrasando entero bajo los fierros con el mismo tezón propio de una generación de laburo ciego que se muere lentamente con el siglo. Sigue apostándole al país que tantos jóvenes maldicen sin haber visto lo suficiente que lo certifique tan podrido. Y sigue leyendo, con la misma curiosidad que tuve el día que me metí a buscar la pelota en la morgue del Hospital Córdoba, esos libros de historia argentina (o de donde venga) sin una obligación catedrática que lo esté apurando.


¿Qué hubiera podido ser si hubiese podido estudiar lo que habría sido alguna vez su inquietud adolescente? Si con sexto grado y esos libros bajo sus párpados te contesta, lejos de argumentos vagos, cualquier pregunta exóti-idiota o cualquier trivialidad mundana de hoy con la exactitud conceptual de los filósofos posmodernos de la ruta; mezcla de ciencia y asfalto y mezcla de lógica y sudor.


Tantos caminos encima. Tan pocos por delante...


Tanta impotencia entre mis dedos. Y tanto por hacer...


Cómo no voy a tener ganas de perderme en uno de esos abrazos que de chiquito le daba cuando volvía de algún viaje de tanto mundo, y yo que no conocía mas allá de las esquinas y la mano de mi mamá.


Lo miro dormir tranquilo y me pregunto la vida sin él...


Me miro al espejo tan despierto y me pregunto el día en que me pregunte por qué hoy no le regalé el abrazo fuerte, ni el llanto tímido que tan egoísta sucede lento, irrepetible y sin testigos...


...y ya no duerma tranquilo, y no lea más libros, y sin caminos... ya no esté.



* * *



22- A DESTIEMPO


Sábado a la Noche


Entre las cosas que no se comparan para mí, está el quedarme un sábado a la noche en mi casa. Solo. Sabiendo que a esas horas el noventa por ciento de mi generación está en plena excitación y en pleno aceleramiento que provoca el quilombo de la música, los gritos, el humo del tabaco y los efectos del alcohol y “otras hierbas”.


Solo en el living. Con las manos en los bolsillos, tirado en el sillón, las patas sobre la mesita y algo de Sandoval o Marsallis bien bajito. Tres y media. Algunos dirán de la madrugada del domingo, pero no, no es así. Son las tres y media del sábado a la noche, y punto. Hasta las seis o siete sigue siendo la noche del sábado.


¿Qué hiciste anoche?


Bailé, jodí, chupé, canté, transé, fumé... “reventé la noche”.


Yo no. Me quedé en mi casa. Solo. Con las manos en los bolsillos y las patas sobre


la mesita del living. Qué sé yo hasta que hora. Jugando al solitario sin cartas y con los ojos cerrados. Tranquilo. Pausado. Con todo el tiempo del mundo de lo que se me dé la gana. Los demás..., supongo que algunos desesperados, ansiosos, arrebatados. Me imagino que otros aburridos, defraudados, desolados...


Yo en punto muerto. Sin esperar nada. Sin querer nada. Sin soñar nada. Sin prometer nada. Sin nada. Ni nadie. Solo... Con las manos en los bolsillos y las patas en la mesita. Qué se yo hasta que hora.


El domingo


Y es que hace tanto que no lo hago... Ya no me vuelvo de tu casa caminando como hace unos años. Ni raspo el fondo de la budinera para comer lo que queda del caramelo. Tampoco me acuerdo cómo se cocía el cuero del fútbol, y eso que me pasaba semanas sin pensar en otra cosa. Y ahora... no sé que hago por acá. Aveces me sorprendo en cada lugar... que no me explico. Pero ahora, con la sensación, o mejor dicho el presentimiento, de sentir que esta brisa ya pasó hace un tiempo entre mis extremidades. Los viejos ya no me dan miedo como antes. Me causan gracia. Pero una gracia simpática, un poco cómplice. De torta de chocolate, un día como este por la siesta.


Ya no especulo entre la mentirita de decirte las ganas que tengo por las ganas que me quedan, como hace unos años. Pasa un tachero y me mira raro. Pasa un fantasma y me sonríe. Y le sonrío. Pienso que no todo lo que huele a mierda tiene mala cara. ¿Sabés las ganas que tenía de decirte todo esto? Y bueno, te lo dije nomás. ¿Ta’bien, no? Qué sé yo lo que está bien. Para mí está bien que seas feliz como mejor se te cante, aunque me quede fuera de todo eso. Y claro, si total, acá la ley corre por al “sálvese quien pueda, la vida es una sola, pásela lo mejor que le dé...” Llego al bar y el borracho secándose un par de lágrimas me invita un trago. El médico de la otra cuadra me pide fuego. Se lo doy y se va.


Ya no reniego entre la gente que se queja con bronca de tanta bronca, ni con la que se caga de risa de mis zapatos, como hace unos años. Y esa mina que me mira como si yo fuese a arrastrarme irreversiblemente hasta su mesa. Cada uno es dueño de gozar y de ser infeliz como mejor le parezca. Lo que se pierden tantos por no jugarse de lleno en amistades. Aunque al final nadie dé bola.


Y es que hace tanto que no paso por la cuadra. Ya no peleo con Don José en cada ensayo de fin de semana, como hace unos años. A la batería la vendí, y Don José pegó la vuelta hace rato. A ninguno de los dos nos terminaron de pagar. La plaza sigue igual aunque de noche no se ve muy bien. Pero no sé si me bancaria verla de día con chicos por todos lados y no verme a mí. El Negro, si estuviera vivo, me esperaría en la esquina con una cerveza, como hace unos años. Todavía se debe acordar de la hora que paso por acá cuando vuelvo de tu casa. Seguí durmiendo que ya termino. Mientras llego a la verja me propongo dejar de pensar. Por todo el jardín. Cruzo el umbral. Muevo la puerta sin el menor ruido. Imagino tu rostro semi-apagado fuera del mundo consciente. Descarto el baño y sin desvestirme me recuesto levitando a tu lado. Y me quedo mirándote. Tal como te acabo de imaginar. Y como lo hacía hace algunos años. Y vuelvo por un momento fugaz a tu casa, a la budinera, al cuero del fútbol, al bar, la cuadra, la batería, la plaza, la cerveza, a tu verja, tu jardín, a tu umbral, a tu pieza..., y me encuentro en tu cama despierto y vestido... y sin sacarte los ojos de encima.



El Lunes


Mañana.


Me despierto aunque no quiera. Me levanto sin pensarlo. Me lavo la cara, cepillo así nomás los dientes y descargo despasiiiiiiiiiiito la carveza de anoche. ¿Cuántas horas del día paso insensible a la vida misma? Perdido entre las diez de la mañana y el sueño que pasó. ¿Cuántas veces me siento ciego de las hojas muertas de la última vez que me lo quisiste explicar?


Tarde.


Me cambio de ropa, me lavo las manos y apago la radio que dejé olvidada de la mañana. Ya son las seis de la tarde y otra vez el día más largo de mi vida. Me siento mate en mano, sin el apuro que traía, a la mesa de la simple y enorme manera de ser feliz. Cuántas paredes ásperas habrá por la ciudad sin las reservas del sudor mismo. Me encuentro por primera vez en la semana entre los dibujitos del mantel. ¿Cuántas molestias tuve que dejar pasar para morderte otra vez las nalgas como ayer?


Noche.


Me pego un buen baño, me entierro en un buen libro, me deleito con un poco de Caetano, y te espero con el reloj que está parado desde hace más de un mes. ¿Cuántos espacios gratis vendieron hoy en la peatonal? Y ahora estoy que no sé dónde ponerme que no moleste. ¿Cuánto de mundo se pierde por no ganar un minuto de menos de la calle misma?


Medianoche.


Me tomo el último café, me preparo la cama me lavo bien los dientes, me regalo una película mas o menos y me acuesto con la noche a vivir lo que me queda de libertad. ¿Cuántas horas paso de este día insensible a la vida misma, por el sudor mismo, sobre la calle misma?



El resto de la semana


¿Cómo no poder decir cuánto crecí y cuánto más testarudo me vuelvo cada vez que no consigo hacer entender que si nosotros no cruzamos el río es porque después de probar las frutas de este lado y de meter la nuca debajo del mismo chorro helado preferimos no morir extranjeros de toda esta lluvia que nunca es suficiente y que siempre nos inunda de realismos y disconformidades?


Esta maldita costumbre incansable de desconfiar de las incansables costumbres de maldecirlo todo.


* * *



23- NI TANTO NI TAN POCO


Yo y nadie más que yo


está en la situación que está yo.


Nadie más se querría ir


por lo que yo me voy.


Nadie dejaría de estar aquí


por lo que yo estaría en otra parte.


Así como nadie le daría a nadie


lo que yo tengo para darte.



Ningún otro amaría tanto ni tan poco


los perros y los gatos.


Ni correría tantos riesgos,


ni salvaría tantos gastos.


Ninguno se comería todo esto


que es tan poco para muchos.


Así como nadie estaría tan elegante,


o para otros quienes, tan croto.




Lo que quiero decir con todo esto,


sin ir mas lejos,


es que quiero a los perros


por lo mismo que tantos los odian.


Que me visto así porque así me conociste


y no sé de otra moda.


Y que me voy por lo que nadie más se iría.


Sabiendo que querría estar aquí


si estuviese en otra parte.


Y aunque sé, que nunca nadie,


te podrá dar ni más ni menos,


ni tanto, ni tan poco,


que lo que tengo para darte.


* *



24- DECISIONES


Uno


Cocinar o lavar los platos. Cuando se elige se piensa en lo que se va a hacer y en lo que se deja de hacer. Y se van midiendo las ganancias, es casi inevitable. Y se va haciendo conciencia de las pérdidas, viene por detrás.


Evitar toda la preparación o disfrutar tranquilamente la sobremesa. El precio que se paga por el precio que se gana por el precio de hacer por no hacer.


Dos


La Diferencia entre uno y otro está en elegir la hilera de uno o de dos en el colectivo ante la remota posibilidad de que al lado se siente por fin la mina de la vida. Después no saber elegir entre echarle una puteada a Dios o agradecerle la chance de aún tener para equivocaciones. Así, entre lo profundo y lo superficial queda una grieta apenas visible desde la superficie pero infinita desde lo profundo. Laaaaargo revolver y revolver la receta de siempre a fuego lento. Y entre la necedad y la tolerancia se confunde el cordón de la calle y la vereda. Una le pide permiso a la otra cuando no hay arreglo entre la odiosa resignación y la excusa cínica por la ocasión.


Tres


Un pie sigue al otro. No le queda otra. Su derecho a mi izquierdo, esta vez. Podría haber sido de otra manera y esto no tiene que ver con decisiones. Una mano en su espalda. Los dedos presionan suave, no empujan. Las otras manos entrelazadas cortando la intimidad y la restante sobre mi hombro. Nada más. Todo sigue. Se va caminando y girando con la respiración disimulada de estar tan cerca. Una rodilla que empuja leve y marca el próximo movimiento y con la punta se corta el anterior para que pase el taco naturalmente elegante hacia un dibujo en el aire. La noche. Las grandes baldosas. Una sonrisa por llegar y que no llega. Apenas ofrecida. Las luces... Y nada más... El resto... dos por cuatro puntos suspensivos...


Cuatro


No debería estar pensando en estas cosas. Debería más bien decirle algunas palabras bonitas que le den broche de plata aunque más no sea. Al fin de cuentas todo tiene que ver con todo. O es que acaso no vine a parar de una de estas poses a este mundo?


Tampoco sería oportuno levantarme de golpe (sin porrazo) a buscar papel y lápiz antes de que la idea desaparezca. La verdad es que tampoco sería muy oportuno que me pregunte lo que estoy pensando en este momento. Tendría que salir vistiéndome por el pasillo con una patada latiéndome por detrás y no estoy para esas cosas. Más bien preparo una frase apropiada antes de que sea muy tarde. Pero no me puedo sacar la idea de la cabeza. Siempre hay dos caminos y sólo un paso sigue al anterior. Como en el tango... El taxi o el colectivo, el colectivo o caminar, asiento de uno o de dos, animarse a decirle algo o dejarla pasar, quedarse un rato más colgado del techo o huir despavorido, seguir tejiendo una historieta o armarle de una vez algo bonito para que todo termine en paz y poder al mismo tiempo salir de aquí cuanto antes. Tampoco hay que ser tan egoísta, si hasta podría volver algún día: “Hay Dios!, Esto sí que me hace amar la vida!, estuvo fantástico, nunca la pasé tan bien...”


Cinco


Debió haber sido un sueño muy fuerte para que se confunda con un recuerdo. Me cuesta todavía darme cuenta de qué fue realmente. Como cuando me fui a dar una vuelta en el camión sin permiso. Estoy convencido de que fue real. Que ralmente lo puse en marcha, salí despacio y me varié por todas partes con la idea fija de cruzarme con algún conocido y cartelear un rato (eso no se discute). Sólo se discute si pasó o no de ser un sueño, pero de no haber sido, pudo ocurrir de dos maneras, o tenía permiso, o mi viejo no estaba, porque no se puede salir con un Mack modelo 64 en puntitas de pie como si fuese un Fiat 600 que lo pechás una cuadra y listo. Pero tampoco me acuerdo haber salido a esa edad autorizado a dar una vuelta. Y ahí está el punto: la edad, los años que pasaron y lo factible de ser relacionado con un sueño.


Seis

Realmente no debería haber estado pensando en estas cosas. Bueno... así lo decidí.


* * *




25- CASI PERFECTO


No hambre. No sueño. No sed. No ansiedad. No ganas de cagar ni de hacer pis. No ganas de ir a ninguna parte ni de ver a nadie. Recién bañadito. Recién comidito. Tirado en la cama. Sin mirar el reloj. Sin tener por qué levantarme. Las manos sobre la panza. Jugando con los dedos sin que los mande. Nada pica. Nada duele. Sin nudos. Sin tripas haciendo ruidos. Sin testículos haciendo hervores. No piojos. No mocos. Nada de cera en los oídos. Sin comida entre los dientes. Sin eruptos. Sin bostezos. Sin molestias en la garganta. Sin frío ni calor. Sin estornudos. No humedad. No mosquitos. La calle sin escapes libres. Lo digestivo sin libres escapes. La piel sin poros tapados. El aire sin olores raros. No recuerdos. No olvidos. Sin lágrimas ni suspiros. Sin extrañar. Sin esperar. Nada de rencores dando vueltas. Nada de deseos dando quejas. Sin tener que pedir nada. Sin tener nada que negar. No impaciencia. No autoinclemencia. Sin grandes ni pequeños cuestionamientos. No desesperación. No miedo. No duda... O sí... Una duda. Todo casi perfecto de no ser por una duda (y ya tuve que tragar saliva): ¿Será que estuve por un momento cerca de un completo estado de felicidad?, ...¿O será que por un tiempo estuve muerto?



* * *


26- LOS LIBROS Y LOS LIBRES


Ahí lo tenés...


¿No era eso lo que querías? Ya leíste todo lo que tenías que leer y ya te paseaste por todas las calles oscuras que se necesitan.


¿No era verlo de todas partes y comprar sin dinero lo que más cuesta lo que siempre buscaste?


Ya está...


Con una historia por detrás, como debe ser, y como vos hubieras querido. Con los matices necesarios y las batallas exactas garantizan la victoria con las derrotas a favor. Por delante, por supuesto, ya está todo arreglado: el mango siempre de tu lado y la llave maestra para la puerta cerrada de un par de piernas perfectas, si viene al caso, o de un corazón de los que ya no se encuentran, si ese es el trato. Para lo primero, casi no vale la pena ni un cacho de tinta más. Para lo segundo, el secreto viene de la historia misma y casi no hace falta mover un dedo. Cuando hace falta ya no sirve.


Luego alcanza con cerrar los ojos y apretarlos fuerte que, mientras dure, tendrás ese sueño perdido de adolescente que tan natural y tonto estás intentando convencer que existe, cada vez que al mismo tiempo sostenés un par de manos suaves y tibias. Y no los abras, por favor, que podés ser parte una vez más de ese recreo tomado por esas manos que piden también soñar que alguna vez se pudo ser libre, a pesar de todo ese peligro mundano que significa.


Pero lo fácil por fácil asusta demasiado y hasta se quisiera quemar todos esos libros de la memoria o desandar cada una de esas libres calles de luces rotas. Pero tarde amanece cuando por única vez se pide ver el sol...


¿Y no era acaso lo que querías? Saber desojar los pétalos exactos que te dan la respuesta esperada y poder conservarlos intactos para demostrar que nada se marchita si no se quiere. Estudiar cada página del libro libre que nos miente la manera infalible de ganarle al tiempo pasado, presente y futuro.


Hasta que llega el temido momento... y los ojos se abren. Y el recreo terminó, y la fantasía se cumplió, y la isla una vez más triunfó, y suena el timbre, y las clases comienzan otra vez, y otra vez el maestro en frente que repite sin cesar que las madres son para mimar y que la masa se hizo para amasar.


Pero no... No eran esos los libros que hoy te abandonan con los ojos así de abiertos y con las manos así de vacías. ¿No era todo eso lo que querías?, ya se...


Compraste demasiado sin dinero y “ lo barato sale caro”. Viste demasiado desde todas partes y te olvidaste de mirar desde donde estás parado...


Y otra vez, como al comienzo. Girando en falso. Desde adolescente. Esperando el amanecer. Leyendo un libro. Sin saber nada. Bebiendo el tiempo. Desde cero. Con la libertad sostenida de los pelos... Después de haber caminado un buen rato a oscuras... hasta tropezarte con tu umbral.



* * *



27- FUTURO


Era un grupo de gente. Había dos niños. El resto los rodeaba. Una rubia niña de enormes ojos azules, naricita apenas dibujada, pétalos como piel y toda la dulzura en sus expresiones. A su lado un niño que apenas miraban. Negrito, piernas flacas, orejas grandes y ojos negro profundo. Uno de los grandes decía que ¡qué bonita la nena!, y otro ¡qué ojos tan hermosos!, y otro de lo linda que sería cuando crezca, y otro que...


¡Déjenla! –dijo el niño- ...ella no tiene la culpa. –y se la llevó de la mano.


Por lo que se leía de la mirada atónita de los demás se entendía perfectamente: Nadie entendió.



* * *


28- UMBRAL


Entrar o salir. Salir o entrar, depende el caso. Volver o partir. Cruzar la barrera de casi un metro que te sujeta o que te esconde. Que te esconde o te sujeta, depende el día.


Asiento fresco que en veranos, con lugar sólo para dos, garantizaba la intimidad de mirar la noche para arriba. Que escuchaba contar de otros años mientras un hocico húmedo nos pedía permiso para mear su árbol e inspeccionar su vereda.


Pasar o quedarse afuera. Quedarse adentro o irse, depende el caso. Según el estado del tiempo o el estado del miedo. ¿Cuántos se habrán resguardado de la lluvia mientras yo lo cruzaba por última vez hasta después de una ausencia?


Un buen sobre o un mal sobre. Malas o buenas noticias, depende el caso. Si sobre su mármol cruza una carta o la cuenta de luz. Y ese hilo de luz, que bajo la puerta despierta la intriga de las sombras que se filtran del otro lado.


Descanso oportuno de quien no tiene apuro y disfruta viendo pasar a la gente de ese día, que no será la de ningún otro, o mirando el chorro blanco cruzando por lo celeste de la tarde de algún avión que se pierde.


Hoy un tipo pasa y se apoya para atarse los zapatos. Otro más joven se sienta a esperar a la novia de la escuela de la vuelta. Un viejo hace un impás para tomar aire y secarse la transpiración. Un perro que parece ratón huele su mala suerte una vez más porque ¡no la voy a dejar salir! Un repartidor lo aprovecha para ordenar los pedidos de la cuadra. Un niño llora a escondidas porque su padre le pegó sin razón y lo mandó a mendigar. Y vos me esperás tranquila con tus cosas sobre la falda porque todavía no llegué.


Ayer, primero a esperar a mamá, porque viene despacio por las bolsas cargadas del almacén. Después a que termine la siesta y poder jugar tranquilo sin tener que esquivar los retos. Después a apaciguar la ansiedad del sábado a la noche porque ¡no me pasan a buscar! Por ahí a escuchar el partido, más adelante a escaparle al mal rato de la pelea familiar...


Hoy me siento a escribir este recuento.


Si este umbral hablase, como se dice por ahí, sería quien mejor podría decirte de lo que soy, de lo que fui y de lo que quiero ser. Él más que nadie escuchó cada deseo, y cada confesión. Y nadie me vio pasar tantas veces cargado de alegría, de bronca o de esperanza, Muchas lágrimas y de distintas edades quedaron en su cara gastada. Y él sería el mejor testigo de estas pacientes ganas de verte de nuevo, para invitarte a que te sientes conmigo a mirar el cielo de noche, a escuchar hablar de otros años, a ver pasar la gente de nunca más, o a que simplemente seas parte de lo que tendré para recordar cada vez que lo cruce, depende el caso, al volver... o al despedirme otra vez.



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